Reacción de los merideños ante el fenómeno astronómico
Don Tulio Febres
Cordero, “el memorialista” como lo definen algunos estudiosos de su obra, nos
describe su experiencia y la reacción del pueblo merideño ante el eclipse total
de sol, ocurrido el 3 de febrero de 1916 (1),
visible en la ciudad de Mérida y en
algunos pueblos del estado.
Transcribimos algunos párrafos de la crónica que hace Don Tulio sobre el fenómeno astronómico:
“Momentos antes de eclipsarse por completo, ya el sol apenas despedía por entre la tenue neblina una luz indefinible, distinta de la que vierte moribundo desde el ocaso, en su diaria carrera, nada de arreboles ni celajes, ningún cambiante de hermosa luz crepuscular ni de caprichosos colores: era una luz amarillenta, de cirio funerario, conmovedora y triste, últimos reflejos de un sol agonizante.
Transcribimos algunos párrafos de la crónica que hace Don Tulio sobre el fenómeno astronómico:
“Momentos antes de eclipsarse por completo, ya el sol apenas despedía por entre la tenue neblina una luz indefinible, distinta de la que vierte moribundo desde el ocaso, en su diaria carrera, nada de arreboles ni celajes, ningún cambiante de hermosa luz crepuscular ni de caprichosos colores: era una luz amarillenta, de cirio funerario, conmovedora y triste, últimos reflejos de un sol agonizante.
En estos momentos próximos a la gran crisis,
silenciosamente empezó la alarma. Personas de todas clases, aún aquellas
perfectamente instruidas en la materia, dejaron sus oficios unas, y otras
abandonaron los corrillos formados en los establecimientos y en la calle,
penetradas de lo excepcional del caso y de la honda impresión que causaría, y
todos volvían a sus casas, a esperar la plenitud del fenómeno al lado de sus
familias. La noche artificial se acercaba en medio de la más viva expectación.
Acaso por efecto de la niebla, sobrevino algo como un súbito resplandor no muy intenso, uno como postrer aliento del Padre de la Luz; y en seguida, las tinieblas cubrieron la tierra. Había llegado el momento más sublime del fenómeno. Brillaron por entre la niebla algunas estrellas; resonaron aquí y allá voces, gritos, exclamaciones de profunda sorpresa, y ruidos confusos de cerrar de puertas y pasos precipitados. Rayos de luz artificial salieron de algunas casas y establecimientos prevenidos contra la oscuridad, a tiempo que en el seno de algunos hogares manos trémulas por la angustia, manos de mujeres sencillas encendían la vela bendita de Candelaria, o rezaban de rodillas la oración de las grandes tribulaciones el popular Trisagio, pues no era poco lo que veían por vez primera en su vida. ¡Apagado el sol en la mitad del cielo!...
Acaso por efecto de la niebla, sobrevino algo como un súbito resplandor no muy intenso, uno como postrer aliento del Padre de la Luz; y en seguida, las tinieblas cubrieron la tierra. Había llegado el momento más sublime del fenómeno. Brillaron por entre la niebla algunas estrellas; resonaron aquí y allá voces, gritos, exclamaciones de profunda sorpresa, y ruidos confusos de cerrar de puertas y pasos precipitados. Rayos de luz artificial salieron de algunas casas y establecimientos prevenidos contra la oscuridad, a tiempo que en el seno de algunos hogares manos trémulas por la angustia, manos de mujeres sencillas encendían la vela bendita de Candelaria, o rezaban de rodillas la oración de las grandes tribulaciones el popular Trisagio, pues no era poco lo que veían por vez primera en su vida. ¡Apagado el sol en la mitad del cielo!...
Un disco negro encerrado en un anillo de
plata muy delgado, era cuanto quedaba a la simple vista del astro esplendente
del día. Pero como todo no ha de ser rigor, el amanecer después de esta
brevísima noche, fue de gran efecto. Apareció de pronto como un espléndido
lucero al lado del cadáver del sol, un foco titilante y hermoso, que alegró el
firmamento, derramando a torrentes la blanca luz de las estrellas, luz que fue
lentamente tornándose en dorados e intensos reflejos, hasta verse ya
distintamente la primera parte del sol libre de sombra.
Era la resurrección del
astro muerto, la brillante aurora del nuevo día, que llenó de gozo los
corazones e hizo volver el color y la sonrisa a muchos rostros atribulados; y
todo mundo se entregó a la gran crónica, que dura y durará por luengos días.
De los
pueblos vecinos, han llegado noticias más o menos interesantes. En el Morro,
los vecinos se refugiaron en el templo, llenos de espanto. En Mucuchíes, la
conmoción general fue tan sensible, que las campanas tocaron a plegaria, a fin
de que el pueblo acudiese al templo para tranquilizarlo.…” (2)
El fenómeno fue
recogido por el Dr. Luis Ugueto Pérez, ingeniero, astrónomo y director del
Observatorio Cajigal, en el libro El eclipse total de sol del 3 de febrero de
1916 en Venezuela y reeditado posteriormente por la biblioteca de la Universidad de Michigan (E:E:U:U) en el mismo año.
(1) Las observaciones científicas fueron recogidas por el Dr. Luis Ugueto Pérez, en una publicación del Ministerio de Instrucción Pública y el Observatorio Cajigal, con el título El eclipse total de sol del 3 de febrero de 1916 en Venezuela. Posteriormente este libro de 124 páginas fue digitalizado y reimpreso por la Biblioteca de la Universidad de Michigan (E.E.U.U.), el 01 de junio de 1916.
(2)Tulio Febres Codero. Obras completas. 2da. edición. San Cristóbal: Banco Hipotecario de Occidente, 1991. Tomo VIII., pp 23 – 25.
Imagenes: Google.com
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