sábado, 4 de noviembre de 2017

Biblioteca Febres Cordero 39 aniversario


Fueron muchos los estudiantes o profesionales, entre los cuales me cuento, que pasamos largos días e incluso meses, bajo los corredores de la vieja casona del Parque La Isla, hurgando en los papeles de Don Tulio, para extraer el dato o información que necesitábamos para nuestra investigación.
Cual más su tesis de pregrado o postgrado, cual menos un artículo o la tarea inmediata o quizás sólo la paz y el silencio necesario para estudiar; eran los motivos que impulsaban nuestros pasos a la vieja casona, suerte de repositorio de la memoria regional y nacional, donde se respiraba un hálito a sagrado templo de la sabiduría. 
Son recuerdos que pocos estudiantes, profesores o investigadores
olvidarán. Bastaba traspasar el umbral del portón para encontrarse en otro mundo. Bajo su techo y en sus amplios corredores, donde el viento y el frío convivían felices todo el año, estaban instaladas las mesas y sillas de pesada madera, donde pasábamos interminables horas, acompañados por el murmullo del viento al pasar por entre las hojas de los árboles cercanos, y que en ocasiones barría con nuestros papeles de la mesa, haciéndonos corretear por los corredores tras ellos. ¿Quiénes no recuerdan las esporádicas risas de los niños que jugaban en el parque, el canto de los pájaros, de los grillos, o el chirriar de una que otra chicharra anunciando lluvia bajo la modorra del mediodía?

Seguramente que una buena cantidad de profesionales recordarán las largas horas de estudio pasadas, sillita plegable incluida, en los pasillos de la vieja casona. La ocasional visita al  cafetín del Cidiat para tomar un tentempié y volver a enfrascarse en la repetición interminable de la lección de derecho romano, o la ocasional pausa para intercambiar información con el compañero que estudia más allá o la vecina de la otra mesa. Sin duda que una gran cantidad de abogados de los que hoy son litigantes, funcionarios del tribunal o políticos de oficio, pasaron sus buenos años, trasponiendo los espacios de la Biblioteca Febres Cordero, División de la Biblioteca Nacional en Mérida.
¿Cuántos investigadores, profesores universitarios, escritores y estudiantes deben la consecución de sus metas de estudio, llámese tarea, monografía, examen o tesis, al tesoro que dejó Don Tulio, a la generosidad de la sucesión Febres Cordero y al cuidado, organización y preservación de la Biblioteca Nacional?
Y cuando a la institución le tocó trasmutar espacios porque la solariega casona, pequeña y húmeda no podía seguir albergando la valiosa colección ¿Cuántas de esas personas siguieron a los queridos papeles de Tulio Febres a la calurosa sede del edificio El Fortín frente a la Plaza Bolívar donde se asentó desde 1995? 
El cambio no fue fácil, ni había comparación alguna entre ambos lugares. El nuevo edificio, suerte de caja de concreto, está pleno de otros elementos menos consustanciados con un consagrado templo al conocimiento: calor, ruidos atorrantes de bocinas, vallenatos, gritos, pitos de fiscales, vallenatos, voceadores de dulces, vallenatos, tambores de San Benito, vallenatos, etc. El frente de la institución ostenta un rostro igual, parecido o peor muy propio de los tiempos que corren y describir, en ciertas circunstancias, duele… angustia… decepciona… y sin embargo fue el mejor espacio que la ciudad y sus gobernantes encontraron para la biblioteca de Don Tulio. 

La Colección Febres Cordero agradecida se multiplicó en prestación de servicios, se tecnificó, engalanó sus espacios para atraer la mirada hacia sí y a su colección, produjo obras para incentivar su consulta mediante artículos, programas de radio, libros, calendarios y exposiciones; para continuar enamorando a la ciudad que la vió nacer, crecer, transformarse, madurar y evolucionar con su pesada herencia de seis siglos, y entonces uno se pregunta, en 39 años que cumple el 4 de noviembre de este año ¿Cuantos más habrá de sobrevivir teniendo en su contra hasta el cambio climático?  


lunes, 9 de octubre de 2017

Mérida en la mirada de poetas y escritores.

En homenaje a los 459 años de la fundación de Mérida, hemos preparado esta sencilla página, apenas una pequeña muestra, de versos y poemas que ha inspirado su paisaje, su ciudad o simplemente su númen a poetas y escritores, nacidos en su serrana tierra o venidos allende de sus montañas.

Venid, poetas, venid a Mérida! Aquí duermen el sueño de los siglos las altas montañas y los profundos valles; aquí los ríos y las fuentes bordan en plata el fecundo suelo y se cosechan azucenas y claveles a la par que el ponderado trigo.
                                                                          Tulio Febres Cordero

A través de toda la obra de los escritores de Mérida se nota la influencia de la zona. Usted sabe que esa influencia no se deja ver solo por nombrar a la ciudad sino que está en la médula de la obra (…) Si algo ayuda es precisamente el ambiente de extremada belleza de la ciudad que me entusiasma y me lleva a la literatura misma.
                                                                     Alfonzo Cuesta y Cuesta

Era la tarde del último día de diciembre. El cielo estaba límpido y Mérida, la hija de las montañas, con sus bellos campos adyacentes, se encontraba alumbrada por esos medios tonos de luz violácea reflejados por las nieves de la Sierra.
                                                                               José Ignacio Lares

Ciudad Caballeresca (…) Tu pasado tiene todo el sabor de la leyenda es un libro grandioso que ha heredado, a fuerza de triunfar en la contienda, el alma taciturna que acompaña a tu pueblo de nieves y de ascetas, que es orgullo inmortal de la montaña y eterna inspiración de los poetas.                                                            Eduardo Picón Lares
                                                                                                            
¡Oh, la belleza azul de mi montaña!
el Ande inmoble, de frontón severo.
la eucarística albura del nevero
que en altos oros, cenital se baña.
     Humberto Tejera



A Mérida

Mi ofrenda para ti será la esencia
que del alma se vierte ingenua y pura;
no me pidas la frágil existencia,
yo te daré la estrofa que perdura.
Raúl Chuecos Picón.                                
Con sus clásicas glorias la Sierra
en los patrios anales fulgura
como el limpio cristal de su nieve,
centelleante y grandiosa en la altura.
 Antonio Febres Cordero

Andes! Cimera henchida de vitalidad. Vivero de hombres que, en la placidez vegetativa de la provincia, se van formando – como dijo Sarmiento – “con las manos libres, la cabeza libre, el corazón libre, las alas libres”.
Juan Antonio Gonzalo Patrizzi

En la cima, pues, está Mérida, real y figuradamente: no puede esconderse, ni jamás podrá algo ni nadie eclipsarla. ¡Qué privilegios aseguran a la ciudad sus excepcionales posiciones, y cuán orgullosa puede estar de todo ello!
Pedro N. Tablante Garrido

(Mérida) ...tierra de óptimas virtudes, tierra de trabajo, de austeridad, de vida moderada, de palabra cumplida, de serena firmeza.
Armando Alarcón Fernández

Cuidad de Caballeros se te nombra de la nieve, del trigo, de las flores y los cirios pascuales. Ciudad para olvidarse de agravios y temores y recordar intensamente los florales años de juventud que en ti vivimos.
 Antonio Cortés Pérez

Tomado de: La Preciosa Mérida. Posadas y hotel. 4 Ruedas y un morral.
Ciudad

Dulce poema de piedra vieja y nueva,
arte fluido que corres en asfaltos
de trébol áspero y sangre metálica,
tu cuerpo de sal pálida en su engaste de brocado
pálida y sentada en una mano extendida.
Qué crepúsculos no se tiende en tu sexo.
Qué lluvia no destila tu melancolía.
los espectros temblorosos discurren por tus
parques envolviendo tus fuentes.
Alta ciudad de páramos
cerrada, secreta,
consentida.
Ramón Palomares

Para mí Mérida no es sólo una ciudad hermosa en la cual habito con deleite, Mérida es mi ciudad. Y cuando digo mi ciudad, no quiero decir propiedad y privilegio (…) quiero decir pertenencia.
                                                        José Manuel Briceño Guerrero

Mérida se levanta con la aurora bajo un dulce rumor de campanadas
pensando en Dios, en el obispo Lora
y en un vuelo de águilas nevadas.
Carlos César Rodríguez

Miro y siento que nunca más habré de recordarme
de mi origen ni de mis caminatas
por aquellas calles de Mérida.
                      Jesús Serra

¡Mérida! Oh serrana mía, pueblito capullo de mis recuerdos, que destejes con la bruma neblinosa y que mueres en cada cascada de tus ríos, que tanto le cantaron tus poetas. Mérida, que como una pepa de camándula pasas de mano en mano, dedo a dedo, con una sonrisa distraída.
Freddy Torres

Fuente:
Calendario de Escritores Merideños (2005-2013) Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero, v. 7.
Imágenes: Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero/Archivo Lampos Merideños/Google Imágenes.


domingo, 8 de octubre de 2017

Mérida, ciudad de las flores.

Cuatro cosas hay en Mérida que causan admiración, las flores y las muchachas, el agua y el papelón.


La ciudad de Mérida, además de su nombre propio o geográfico, ha sido llamada por diferentes nombres en su devenir histórico de acuerdo a las características muy particulares que la han distinguido en diversas épocas. Así nos encontramos con una pluralidad de nombres, a saber: ciudad de los Caballeros, ciudad de la Sierra Nevada, ciudad de las Cien Lagunas, ciudad del Albarregas, ciudad de Los Naranjos y ciudad de Las Flores.1  También se le ha denominado la ciudad de las Nieves Eternas, la ciudad Turística y Estudiantil, la ciudad Universitaria, la ciudad más limpia de Venezuela, Mérida ciudad de altura, entre otras.
Antes de la transformación urbana de la ciudad de Mérida durante las décadas de 1940 a 1960, predominaban las casonas espaciosas con patios interiores plantados de bellos arbustos y preciosas flores, y en los campos se cultivaban sin esfuerzo y en gran cantidad las azucenas, calas y claveles.

Jardín en la hacienda La Isla de José Ignacio Lares.
Según relata don Tulio Febres Cordero

“En el patio de una sola casa, la del señor don Constantino Valeri, había en 1922 veintiocho clases de rosas distintas en plena florescencia; y en 1923 se le contaron a uno solo de los rosales que embellecían la Plaza Bolívar mil trescientas ochenta y seis flores. La ciudad se ha dado el lujo de levantar en el año de 1895, en la Plaza Bolívar una torre de tres cuerpos y veinticinco pies de altura, toda de flores naturales. Las campanas eran de frailejón amarillo color de bronce. También por aquellos años en que las flores no eran artículos de comercio sino de regalo, se construyó una capilla en la misma plaza, cuyas paredes y techo eran de flores naturales, con la capacidad suficiente para contener al Obispo, al Cabildo y demás clero oficiantes en la ceremonia del Corpus. Entre las flores que más abundan figuran las azucenas, los claveles y los pensamientos. En los lugares más fríos estos últimos bordan las orillas de las acequias como si fueran grama o maleza. Los patios y huertos de nuestras antiguas casas coloniales eran otros tantos jardines” 2

Como una curiosidad de la abundancia y variedad de flores cultivadas en Mérida, encontramos un escrito publicado en el periódico El Lápiz, No 44 del 2 de septiembre de 1887, titulado “Rasgos Eutrapélicos”, en el cual don Tulio hace un inventario de los nombres curiosos y raros de las flores contenidas en un florero o ramillete: “Once angelitos, 17 novios, 4 niñas bonitas, 3 viudas, 7 matrimonios, 6 duendes o brujas, 5 sultanas y 8 monigotes!.
Tres pares de polainas, 4 id de espuelas de galán, media docena de botones de oro, una id de plata, 15 perlas finas, 18 campanillas, 3 cruces de Malta y 17 lágrimas de Cristo!
Ocho centauros, 4 cigarrones, 6 mariposas, 3 pelícanos y 9 conejas.
Aquí viene lo más gordo! 2 bocas de dragón, 11 rabos de alacrán y 43 barbas de gato!
“¿Y esto son flores, lector? Quien tales despropósitos advierta por fuerza ha de exclamar:
                          
                            Qué mucho que nos asombre
                           Del mundo la falsedad,
                           Sí también entre las flores
                           Todo el año es carnaval ¡”

1.- Tulio Febres Cordero. Clave histórica de Mérida. Mérida. 2da edición. Universidad de Los Andes, Vicerrectorado Académico, 2005. P 138.
2.- “La ciudad de los siete nombres”. Obras completas. 2da edición. San Cristóbal. Banco hipotecario de Occidente, 1991. Tomo VIII. P 238 – 240.
Imágenes: Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero.

viernes, 6 de octubre de 2017

Plaza Bolívar de Mérida para 1873. Homenaje a Mérida en sus 459 años

Relatos en una carta: una foto, un recuerdo, una historia.

La fotografía de la Plaza Bolívar para el año de 1873, ha suscitado múltiples comentarios por no saberse con exactitud el autor de la misma o si es confiable la datación que posee al pie de la imagen. Ya para la época habían pasado por Mérida el fotógrafo norteamericano Camilo Ferrand (1864), estaban incorporados a la nueva tecnología los merideños Juan de Dios Picón Grillet y José Vicente Nucete (1864) y también Caracciolo Parra Picón tenía su Galería Fotográfica Parra &Picón, en conjunto con el francés Adolphe Michaud. 
Sin embargo, hay una carta de Antonio Febres Cordero Troconis (1872-1947) (el creador de la letra del Himno del Estado Mérida) a su sobrino José Rafael Febres Cordero Briceño (1898-1974), hijo de don Tulio Febres Cordero donde le dice, entre otras cosas, que le envía la fotografía para su resguardo como tesoro histórico, describiéndola e incluyendo datos y recuerdos interesantes que aportan credibilidad a su posible fecha de elaboración. En homenaje a los 459 años de la fundación de la ciudad de Mérida, transcribimos parte de la carta como aporte a su rica, variada y valiosa historia y cultura merideña.

Carta de Antonio Febres Cordero, Caracas 3 de abril de 1943 a José Rafael Febres Cordero, Mérida. 

(…) Vista fotográfica de la antigua Plaza Bolívar de Mérida. Le incluyo esa vieja tarjeta postal, por contener, como verá, la reproducción fotográfica de una vista parcial ídem (ángulo N.O.) de la Plaza Bolívar de esa, para el año de 1873; vista donde aparecen por consiguiente la gran casa de balcón de sus abuelos
maternos, natal de su mamá, y parte de la de los Salas; mansiones evocadoras de venerandos recuerdos de familia.
Allí también (en el centro de la plaza) la sólida pila de piedras con su surtidor público, magnífica obra del gobierno del archiprócer Don Antonio Rodríguez Picón; monumento colonial llegado hasta nuestro tiempo y lamentablemente desaparecido; más allá, los toldos del mercado, rodeados de alguna gente y de animales de carga; etc. En fin, en esa estampa podrán ver las nuevas generaciones de Mérida cómo era la plaza Bolívar de otrora setenta años atrás, casi tal como todavía la alcanzamos a conocer desde niños los que aun quedamos de las mayores generaciones (…).
Como sucede con todas las cosas que nos representan lo del familiar pasado, las que no podemos mirar fría, indiferentemente, sino siempre con natural melancolía, así no es otro el efecto que produce en nosotros los viejos merideños esa vista lejana, más poblados de innúmeros recuerdos, cuantos se enlazan a la grata memoria de tantos seres desaparecidos.
Dicha tarjeta vino a mis manos por traspaso que me hizo acá, mi sobrino Toño, quien la hubo aquí en Caracas de un joven Salinas, hallada por éste, según dijo, en un viejo álbum de su familia: y aunque sobrado la conocen allá, se la enviamos, sin embargo, por suponer que quizás sea esta una de las muy pocas vistas fotográficas que existan hoy de la plaza Bolívar de aquella época. Si ello fuere así, y en previsión de que más tarde no se consiga ninguna de tales vistas, ni se conservare tampoco algún similar en nuestros museos de esa, podría, si le parece, destinar este ejemplar a uno de aquellos institutos por tratarse siempre de una verdadera curiosidad típica. Dado el valor histórico al par que afectivo de la estampa, aun valdría la pena de hacer sacar una fuerte ampliación, cuanto mejor iluminada, que a la vez reavive las partes un tanto apagadas en la fotografía por la acción del tiempo (…).

Fuente:
Carta de Antonio Febres Cordero, Caracas 3 de abril de 1943 a José Rafael Febres Cordero, Mérida. Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero. Sección Manuscritos, Archivo Antonio Febres Cordero Troconis, Serie Cartas Enviadas.
Imágenes: Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero, Mérida.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Mérida en 1916. Cultura y progreso

Aunque la ciudad mostraba un aspecto conventual y recoleto, Mérida contaba con elementos tecnológicos y de progreso en relación con otras ciudades del interior venezolano. No es verdad como suele decirse que haya apatía en Mérida (…) Lo que hay de cierto es que hasta ahora las altas montañas que nos rodean han opuesto barrera formidable al comercio y fácil comunicación con centros de mayor movimiento; (…) [pero] por lo que representa al carácter y a los dotes de sus hijos, Mérida puede aducir brillantes pruebas en contra de aquel juicio fundado en las apariencias,(1) Cultura heroica, dijo don Tulio. Hay que ver lo que significaba trasladar por esos caminos fragosos, a lomo de mulas, a rastras tiradas por bueyes o mulas y algunas veces a hombros, bultos pesados como la maquinaria para el alumbrado eléctrico, el órgano para la catedral en 1877 y los instrumentos de la primera banda traídos de París en 1877. 
Mérida ya había recibido la fotografía antes de 1867; establecido una línea telefónica entre Mérida y Ejido en 1891; alumbrado con luz eléctrica por primera vez en 1898, siendo la segunda ciudad en Venezuela de contar con una planta hidroeléctrica; igualmente proyectadas las primeras películas y escuchado conciertos con el fonógrafo; construido su primer acueducto en 1907, que surtía de agua corriente a algunas casas y para la mayoría de la población se surtía por medio de pilas o fuentes de agua, ubicadas en la plaza Bolívar y en el mercado público. 
Establecida en 1891 la primera oficina meteorológica por el rector
Caracciolo Parra y Olmedo y creada por decreto del ejecutivo federal del 14 de marzo de 1913, las Oficinas meteorológicas de Mérida, Ciudad Bolívar, Maracaibo y Calabozo. La de Mérida estuvo a cargo del señor Emilio Maldonado y en abril de 1916 fue trasladada a la Universidad de Los Andes y las observaciones comenzaron el día 24 del mismo mes, cuyos resultados eran transmitidos diariamente por telégrafo al Observatorio Nacional y publicados en La Gaceta Universitaria.
En las casas de la gente acomodada lucían pianos, alfombras, espejos, vajillas de finísima calidad, comprados directamente en Europa por los pudientes señores, a quienes agradaba visitar a París, Madrid o Londres, antes que a la capital de la República, muchas veces llegaban a Mérida los libros de Europa primero que a Caracas(2). Para 1914, antes de existir la carretera habían en Mérida 42 pianos, según estadística realizada por Tulio Febres Cordero.
Unos de los hechos más importantes y trascendentales en la historia de Mérida del primer cuarto del pasado siglo XX, fue la llegada de los primeros automóviles en 1916 y con ello el inicio de la construcción de la carretera Trasandina iniciada con la carretera de Mérida a Lagunillas. (Véase el escrito publicado en este blog con el título El Automóvil Prisionero).

Fuentes:
1. Tulio Febres Cordero. Obras Completas. 2da edición. San Cristóbal: Banco de Occidente, 1991. v. 3. p 376.
2.  Mario Briceño-Iragorry. Mérida la hermética. Mérida: Gobernación del Estado Mérida, 1997. p 253.
Periódicos consultados:
Cimas. Mérida, 1916.
Gaceta Universitaria. Mérida 1916.
Labores Juveniles. Mérida, 1916.
Los Andes. Mérida, 1916.
Imágenes: Archivo Fotográfico Biblioteca Febres Cordero/ Archivo Lampos Merideños.

sábado, 26 de agosto de 2017

Mérida en 1916. Arquitectura Urbana


La ciudad de Mérida para el cuarto quinquenio del siglo XX no se diferenciaba mucho de la ciudad de mediados del siglo XIX, se extendía desde la Plaza de Milla hasta, donde está hoy, el Parque Glorias Patrias, dividida en cuatro parroquias urbanas: Sagrario, Milla, Arias o Belén y El Llano. Contaba con ocho calles longitudinales (hoy llamadas avenidas) y veintitrés transversales, sus calles lucían aún la alfombra esmeraldina de la yerba, que tramaba los cantos del pavimento. Las aceras de flojos ladrillos mostraban el verdín de la humedad trasmitida por la niebla bajada con el atardecer.1 Sus casas edificadas de tapia y teja con anchos aleros, predominando en la construcción de las casas más espaciosas la forma interior del claustro, con patio hermoso, plantado de bellos arbustos y preciosisímas flores, con pavimentos de ladrillos.2 
Sobresalían unas pocas edificaciones construidas de estilo más moderno adornadas en su exterior, con bellas cornisas, como el Palacio Municipal construido en 1883; la casa de los Picón que le fue levantado el segundo piso en 1889; durante la primera década del siglo XX se construyeron dos casas dignas de mención, como lo apunta Tulio Febres Cordero en sus Memorias, escritas en 1910: la casa de don José de Jesús Dávila, espaciosa, elegante y muy sólidamente construida; y la de doña Josefa Anselmi de Carnevali, notable por su nuevo estilo y la azotea, toda hecha con gran primor, dirigida por su cuñado D. Arístide Parilli B. Igualmente la casa donde vivió el coronel Antonio Rangel, prócer de la independencia y otras adyacentes habían sido reedificadas.
Los edificios públicos, eclesiásticos y la Plaza Bolívar lucían casi igual a las intervenciones y reparaciones realizadas  al año siguiente del terremoto de 1894. En 1895 para la celebración de la Apoteosis de Sucre, la Plaza Bolívar deja de ser lugar para funcionamiento del mercado, el mismo es trasladado a un edificio que se venía construyendo desde 1886 en los espacios donde estuvo el Convento de las Clarisas; este edificio fue destruido en la década de 1940 y construido uno nuevo, que funcionó hasta 1987 cuando un incendio lo destruyó. La plaza Bolívar es transformada en una verdadera plaza, como la caraqueña de 1874 .Por decreto del 20 de agosto de 1895, se procede a la “composición y embellecimiento” de la plaza, bajo la dirección del ingeniero Pedro Dávalos y Lissón. Se diseñó un paseo circular alrededor de la fuente y se definieron avenidas internas que van de una esquina a otra y de un costado a otro de la plaza, en correspondencia con los ejes cardinales. El espacio restante, con definidas formas geométricas, consecuencia de la división practicada, se destinó para ser adornado con flores y árboles.3A los pocos años la plaza se encontraba en pleno abandono; para 1912 en la prensa se clama por una verja de hierro para proteger la plaza de los animales que vagan por la ciudad y que sustituya la existente de alambre.4 Para 1916 comenta Mariano Picón Salas en su periódico Labores juveniles, que la plaza se hallaba completamente a oscuras y no contaba con escaños por lo que, exhorta a las autoridades a colocar unos como los instalados en la plaza de Milla y el Llano.
La Catedral que había sufrido gran deterioro a causa del terremoto de 1894, fue reedificada en 1895 y construida nueva fachada, se le agrega la segunda torre en 1907. El Palacio Episcopal, el Seminario, el Museo Diocesano ubicados en la manzana de la Catedral también fueron reedificados durante la primera y segunda década del siglo XX.
La Universidad funcionaba en la vieja casona del antiguo Seminario de Buenaventura de Mérida, durante muchos años fue sometida a varias transformaciones y reparaciones. En 1915 fue inaugurado el Salón de Actos públicos, (hoy Auditorio “César Rengifo”) por el rector Dr. Ramón Parra Picón, construcción que había iniciado dos décadas antes su padre el Rector Dr. Caracciolo Parra y Olmedo.
El gobierno del estado funcionaba en la parte alta del edificio del Cuartel y la cárcel pública, construido entre 1841 – 1847 por los hermanos Juan de Dios y Gabriel Picón González, donde está hoy el Palacio de gobierno. Así mismo, para 1916 existían los monumentos a Sucre, Páez, Miranda, Colón, las Columnas a Bolívar y Páez y en el recinto de la Universidad el monumento al Canónigo Uzcátegui.

Notas y bibliografía
1Mario Briceño-Iragorry. Mérida la hermética. Mérida: Gobernación del Estado Mérida, 1997. p 254
2Tulio Febres Cordero. Clave histórica de Mérida. 2da.edición. Mérida: Universidad de Los Andes, 2005. p 83.
3 Christian Páez de Rivadeneira. La plaza mayor de Mérida. Historia de un tema urbano. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1992. pp 83-84.
4 El Pueblo. Mérida, No 77; (1912, julio 20)


miércoles, 19 de julio de 2017

UN MONO AERONAUTA



Elevación de un globo aerostático en Maracaibo en 1912
Los merideños de finales del siglo XIX ocupaban sus momentos de ocio en entretenimientos tradicionales como las corridas de toros, peleas de gallos, juegos de azar, bailes, fiestas patronales … y a partir de 1877, con la celebración de centenarios de los próceres merideños y nacionales en cuyos programas incluían desfiles, inauguración de obras públicas, discursos de los gobernantes y de los intelectuales consagrados y noveles, corridas de toros, veladas literarias, representaciones teatrales y retretas de las bandas de música existentes para la época,  entre otras diversiones.
Esta Mérida recoleta despertaba de su monotonía con la llegada a la ciudad de compañías o empresas de teatro y variedades, de conciertos que escuchaban con el fonógrafo traído por empresarios viajeros. Así mismo, admiraron por primera vez las imágenes del cine en 1898.
La publicidad de estos eventos eran realizados por medio de carteles u hojas sueltas y al voceo. 
Mariano Picón Salas describe en su libro Viaje al amanecer, cómo el más activo agente de publicidad de la época anunciaba la llegada de estos espectáculos  a la ciudad de la  Sierra:
           Había que ver lo que significaba en nuestra ciudad teológica, por varios meses tan dormida, la corneta del Maestro Pezuela. Y cuando al frente de su banda y seguido de una turba de muchachos que no podían sino ponerse en marcha, contagiados por sus acordes, atravesaba las calles de Mérida, era seguro indicio que se iniciaba un momento de placidez.  “¿Qué pasará, que está tocando Pezuela?”, inquieren las gentes. Y como la musiquita era tan pegajosa, todo el mundo sale a las puertas y descorre las herméticas celosías. Pezuela es el más activo agente de publicidad (…) Como complementando con la elocuencia del colorido las delicias auditivas que su música esparce, la banda de Pezuela distribuye también los programas azules y rosados de los espectáculos. “El programa: deme el programa” exigen los espectadores al jubiloso paso de la banda.
De esos espectáculos que trajeron a Mérida los agentes viajeros que la visitaron, nos llamó la atención un cartel que invitaba a la demostración del ascenso de un globo aerostático1por la compañía de Better Chapman Jup en septiembre de 1890. No tenemos registro de demostraciones anteriores de un globo aerostático en la geografía merideña, por lo cual, podemos inferir que era la primera vez que los merideños admiraron el vuelo de uno de estos aparatos. 
 EL GRAN AERONAUTA, así se titulaba el cartel que anunciaba el espectáculo y que transcribimos por lo curioso del mismo.

        “Better Chapman Jup
Tiene el honor de invitar a los habitantes de esta culta población para una ascensión que hará mañana a las 8 am. En la Plazuela del Llano.
La fama que este intrépido Aeronauta ha adquirido en las principales ciudades de Colombia, Argentina, Quito, Mucutuy, Acequias, Pueblo Nuevo, Mucuchachí, Mucumpate, Caño Amarillo, Pregonero, L a Culebra y otras tantas recorridas que ha dado en el transcurso de quince años, son garantía segura del buen éxito de mi compañía.
El gimnasta y equilibrista Mr Better Jup, ha escogido de su variado repertorio la inimitable suerte: Cuerpo de hierro, denominada “El chorreo por las costillas” la cual tiene la satisfacción de ofrecer al respetable público de esta ciudad como una de sus mejores pruebas. Mucha vista pues, y nada de espabilar.
El desendimiento  se efectuará inmediatamente que fuere quemado el globo, cuya bajada se hará con lentitud, para ofrecer al público nuevas escenas.
Los billetes, en el establecimiento del señor Clemente Lamus …
Desde ahora ofresco traer a los que me han favorecido con su presencia en mi función de gracia, lindísimas vistas de los mundos siderales y algunos retratos de las personas más notables de los habitantes de la Luna.
La compañía excita al joven y entusiasta profesor señor Gil Antonio Gil, para que junto a sus compañeros de armas inicie la partida del gigantesco globo recitando algunas piezas de su lírico repertorio. Se calcula en más de treinta metros la altura de éste.
Nota: La asención se verificará a las 8 am de la mañana por ser la ora más oportuna en que el viento es más suave y que por la tarde puede presentarse además la lluvia y ahogarse o desnucarse el pallaso.
Mérida: setiembre de 1890.
Better Chapman Jup
Director”2
Globo aerostático en Santiago de Chile
Veamos la crónica que escribió Tulio Febres Cordero sobre este particular aeronauta:
          No sólo los hombres dan sus paseítos por la región de las nubes. En la mañana del 5 de octubre se elevó un globo de tela y de regulares dimensiones en la plazuela del Llano, parroquia urbana de Mérida, é iba en él un mono que a mucha altura, pero siempre a la vista, atravesó gran  parte de la ciudad. El globo, al fin fue descendiendo y hubo de caer sobre un árbol en las márgenes del Albarregas, donde se incendió inmediatamente; pero el mono, que iba suspendido por cuerdas de conveniente longitud, tan luego como tocó en el árbol puso pies en polvorosa, salvándose así de la conflagración que se le venía encima. A poco fue conducido en triunfo a la ciudad en medio de una turba de muchachos que le aclamaban héroe de la jornada. El domingo 12 del corriente mes hizo su segunda ascensión, y aunque el globo empezó a incendiarse en el aire, nuestro simio aeronauta vino abajo sin daño alguno.3

Fuente:
1El globo aerostático fue inventado por los hermanos franceses Joseph y Jackes Montgolfier en septiembre de 1782 y realizan su primera demostración pública el 4 de junio de 1783 en un mercado público. En octubre del mismo año lanzan un segundo globo en Versalles con tres pasajeros, un carnero, un pato y un gallo. El 21 de noviembre se realiza el primer ascenso tripulado en el parque de La Muette en las cercanías de Paris. 
La primera constancia del vuelo de un globo aerostático en Venezuela, fue el 20 de enero de 1785, cuando González Torres de Navarra, gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, realizó una exhibición para festejar el cumpleaños del monarca español Carlos III (Fuente: Wikipedia. La enciclopedia libre. Enciclopedia.us.es/index.php/Globo_aerostático)  Las  referencias sobre otras exhibiciones de un globo aerostático  realizadas en Venezuela en el siglo XIX y principios del XX son muy escasas.2 Colección de Hojas Sueltas. Biblioteca Nacional. Biblioteca Febres Cordero. (Transcripción textual) 
3 Un mono aeronauta. El Lápiz. Mérida (Venezuela), octubre 16 de 1890. Vol. II, No. 82.
Imágenes: La aventura del loco Katiel en: sites. google.com/site/pilotosvirtualesvalenciavva
Urbatorium. blogspot.com