viernes, 29 de enero de 2016

ALIANZAS MATRIMONIALES ENTRE LAS FAMILIAS DE LA ÉLITE MERIDEÑA



Los conquistadores, primeros pobladores y sus descendientes monopolizaron los cargos del cabildo y desde esta instancia controlaron el reparto de los solares urbanos y las  tierras  alejadas de la ciudad para la fundación de estancias, hatos o haciendas, se apropiaron y usurparon las mejores tierras para el cultivo y cría de ganado, especialmente las de los lugares donde tenían indios encomendados, utilizados como mano de obra gratuita a través del régimen de la encomienda. Este grupo social de encomenderos, funcionarios del cabildo, propietarios de tierras, principales vecinos se constituyeron en la elite social, política y económica de la sociedad colonial merideña, afianzada y preservada a través de las vinculaciones familiares originadas de las alianzas o estrategias matrimoniales entre las familias principales de la ciudad. Así, conformaron durante los siglos XVII y XVIII grupos y núcleos familiares unidos por vínculos de parentesco, formando una vasta red familiar, renovadas con inmigrantes originarios de España y Virreinato de Santa Fe.
Los descendientes de los primeros conquistadores, pobladores y encomenderos, se unieron en matrimonio con sus parientes en diferentes grados de afinidad y consanguinidad, autorizados por la Iglesia a tráves de las Dispensas matrimoniales, es el caso de Francisco García de Rivas, quien  recibió dispensa del mismo Pontífice para contraer matrimonio con su prima hermana Eugenia de la Peña, como consta en su testamento del 3 de mayo de 1652. (1) 
Durante el siglo XVIII, para mantener el  control del orden jerárquico de la sociedad recurrieron a las demostraciones de limpieza de linaje  y limpieza de sangre, que debían hacer los interesados ante el Cabildo con el propósito de establecer el estado social del individuo o individuos. “En esos juicios, y a través de la presentación de testigos y documentación probatoria, se realizaba una investigación del origen, méritos, comportamientos y estado del interesado con la finalidad de cumplir un requisito indispensable para las más diversas actividades de la vida institucional y cotidiana de la sociedad (…) ya fuese para ingresar a las instituciones militares o eclesiásticas, para contraer matrimonio entre gente de la misma calidad.” (2)
En la Biblioteca Febres Cordero se encuentra un documento del Cabildo sobre la información de limpieza de linaje, vida y costumbres que solicita Antonio Ignacio del Pino al Teniente Justicia Mayor de la ciudad de Mérida de Maracaibo, por exigencia que le hiciera a la familia Pino Quintana, don José Antonio Troconis para autorizar el casamiento de su hijo don Gabriel Troconis, corregidor de naturales del Partido de Mucuchíes, con doña María Josefa del Pino, hija legitima de Isabel Quintana, nativa de la ciudad de Tunja y vecina de la ciudad de Mérida. (3)
  Tulio Febres Cordero en la leyenda El alma de Gregorio de Rivera: abogado de las cosas perdidas, ilustra la trama de esta red de vinculaciones entre las familias de la elite de la sociedad colonial  merideña y el monopolio que ejercían detentando los altos cargos del Cabildo. En 1739, se presenta en la ciudad una situación muy particular cuando Gregorio Rivera da muerte al Presbítero Doctor don Francisco de la Peña y Bohórquez, pertenecientes la víctima y el  victimario a dos de las familias principales de la ciudad y unidas con estrechos lazos de parentesco; dos hermanas del Pbro. Francisco de la Peña estaban casadas con dos hermanos de Gregorio de Rivera y además, uno de ellos don Carlos de Rivera era el Alcalde Ordinario de la ciudad, o sea la superior autoridad civil y política lo que originó un  conflicto en la ciudad.
Escribe Febres Cordero: “El Alcalde ordinario, a quien tocaba por su oficio hacer justicia con toda prontitud y eficacia, era nada menos que hermano del matador. Verdad que también era cuñado del muerto, y aquí su confusión y grave apuro. De hecho se apersonó de la justicia el segundo Alcalde, don Antonio Rangel Briceño, quien tenía una hermana que era cuñada del Presbítero Peña y concuñada del otro Alcalde don Cristóbal de Rivera. Así estaban con mayor o menor proximidad de parentesco, unidos muchos hombres de influjo con los personajes principales del suceso, lo que mantenía en suspenso a unos, apasionados y violentos a otros, y en gran exaltación a todos, autoridades, nobleza, clero, clase media y masa del pueblo. Agréguese a esto que el Teniente General de la Provincia, don Tomás de Rivera y Sologuren, a la sazón en Barinas, era también hermano de don Gregorio.” (4)
Estas alianzas matrimoniales, perduraron a través del tiempo, emparentándose en algunos momentos de la historia, con familias venidas de otras ciudades del país o de Europa;  en el siglo XIX se unieron con familias barinesas, radicadas en Mérida durante la Guerra Federal y con inmigrantes europeos, especialmente los italianos. Para mediados del siglo XX, como lo afirma Eloy Chalbaud Cardona, todavía persistía en algunas familias merideñas “esa rancia egolatría y ese endiosamiento que para nuestros apellidos siempre hemos pretendido”, a pesar de haberse derivado, como fruto de esas  uniones tantas veces ramificadas entre las mismas familias, un tipo débil, anormal y deficiente que el doctor Diego Carbonell llamara  bobito. (5)
Estas familias de la “alta sociedad merideña” controlaron, hasta fines del pasado siglo, el poder político y económico de la ciudad, ejerciendo altos cargos públicos, como gobernadores, diputados, jueces, rectores y profesores de la Universidad de Los Andes; dueños de haciendas heredadas por generaciones, hoy desaparecidas por el avance urbanístico de la ciudad.



1.-  Belis Araque. “Historia de la propiedad territorial y sus implicaciones sociales, urbanísticas y agropecuarias”. En: Tabay: poblado, gente y costumbres desde sus historia. Mérida: Alcaldía del Municipio Santos Marquina. Archivo General del Estado Mérida, 2012. p 185.

2.- Ángel Rafael Almarza. Limpieza de sangre en el siglo XVIII venezolano. Caracas: Centro Nacional de Historia, 2009. Colección monografías. El pueblo es la historia. p. 49.

3.- Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero. Cabildo. Limpieza de Linaje. Mérida, 1796. 32 h. Sección Manuscritos, Serie Documentos Históricos. Caja 10, doc. 2.

4.-  Tulio Febres Cordero. El alma de Gregorio Rivera: el abogado de las cosas perdidas. Mérida: El Lápiz Grupo Editorial y de Investigación, Biblioteca Febres Cordero, 2007. pp 46-47.

5.- VENTISQUERO. “Crónicas semanales. Los problemas sociales de la ciudad.” En: Juan Rodríguez Suarez, Mérida, 2 de enero de 1926, año II, No. 77. Director Eloy Chalbaud Cardona.
Imagen:  Archivo Fotográfico Colección Febres Cordero.