viernes, 25 de marzo de 2016

Impresiones de la Semana Santa en Mérida


La Semana Santa era una celebración organizada con mucha solemnidad y magnificencia religiosa en el siglo XIX en Mérida, a la que asistían fervorosamente los feligreses de la región, pero también era el momento para compartir con los vecinos, amigos e interactuar los jovencitos y las señoritas en los acostumbrados paseos a los campos de la Otra Banda, degustar los platos y dulces típicos de la ocasión y beber unos cuantos “refrescos” (1). Mostramos una interesante carta que da cuenta de la fama de esta festividad religiosa merideña.

San Cristóbal, abril 22 de 1881.

Querido Tulio (2):

Hoy pensaba escribirte, pero tuve mucho que hacer, y cuando se presentó el correo ya de paso, ni siquiera había empezado la carta, cosa que sentí, pero que, como comprenderás, no dependió de mi voluntad.
  Vino Manuel y no me escribiste con él; me mandaste decir que lo harías por el correo; esperé y mis esperanzas se frustraron, y hasta hoy no he recibido carta tuya, a pesar de habérmela ofrecido ya por dos veces. ¿Qué te pasa? ¿Por qué no me escribes? Comprendo que te cuesta mucho coger una pluma para hacer una cartica, (…) Yo no te exijo un imposible, con cuatro letras que me mandes por todos los correos, me conformo. (…).
  Es de suponerse la alegría que les habrá causado la visita de Merceditas, Pepe, Pablo, Miguel etc. Creo que se prepararán muy buenas parrandas, sin embargo que esa época de Semana Santa no se perdonan en Mérida, pero en esta vez habrá algo nuevo, extraordinario, por tener allá a Pepe Guerrero, mozo sumamente simpático, a quien todo el mundo quiere, que tiene una muy bien sentada cuanto merecida reputación y a quien creo traten de desvanecerle la idea tristísima que le han hecho formar de Mérida, por estar en esa Pablo Sánchez, a quien, como es natural, desearán hacerle ver que Mérida es enteramente distinta a su tierra, y en fin, por multitud de cosas, hasta por el mismo Miguel, que estoy seguro, cambia ahora de modo de pensar respecto a Mérida.
  ¡Esa Semana Santa! ¡Cómo se habrán quedado esos mozos al ver la suntuosidad de esas fiestas! De seguro que Pepe habrá dicho que ni en Caracas son tan buenas, porque es la verdad, ese recogimiento, ese no sé qué, de imponente que tienen las funciones religiosas en Mérida, no se conoce en Caracas. Y Pablo Sánchez, ¿qué habrá dicho? Que hay una diferencia notabilísima entre esa y la de aquí (…)      Deseo algunos detalles sobre la función del Jueves Santo; eso debe haber sido una cosa rumbosa. No dejes de escribirme sobre el particular; quiero estar al corriente de lo que pasa en mi tierra.
  Hice propósito de decirte algo sobre la Santa Semana de aquí, pero ¿para qué? Baste decirte que estuvo muy triste, y que reveló un espantoso atraso.

(…) me he extendido demasiado, y te tendré fastidiado; dejémoslo para otro correo.
  Saludo a todos, (…)

  Tuyo afectísimo de corazón.

                                                                 Alejandro (3)


(1) Bebidas elaboradas con jugos de frutas a las que le agregaban licor; también se referían a la típica chicha andina.
(2) Tulio Febres Cordero (1860-1938) abogado, escritor, periodista, historiador y profesor universitario nacido en Mérida-Venezuela. En la Universidad de Los Andes fue catedrático de Historia Universal entre 1892 a 1924, además de Vicerrector Interino y Rector Honorario. A lo largo de su vida y en el ejercicio de dos de sus más relevantes pasiones, la tipografía y la historia, dejó a la posteridad una cantidad de obras entre ensayos históricos, cuentos, novelas, crónicas, leyendas, discursos y artículos en periódicos y revistas. Su valiosa biblioteca-archivo-museo fue legada por sus descendientes al Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas de Venezuela, y reposa en la Colección Febres Cordero, división de esta institución en Mérida.
(3) Alejandro Baptista Febres Cordero era hijo de Francisca María Febres Cordero Troconis, José María Baptista Briceño, redactor del periódico La Época en Mérida entre 1878-1879.


Fuente: Carta de Alejandro Baptista a Tulio Febres Cordero, San Cristóbal, 22 de abril de 1881. Biblioteca Nacional-Colección Tulio Febres Cordero. Sección Manuscritos, Archivo Tulio Febres Cordero, Serie Cartas Recibidas.

martes, 15 de marzo de 2016

SEMANA SANTA

Las Cocas
Las ceremonias antiguas que se realizaban en la Catedral de Mérida durante la Semana Santa empezaban con la Bandera o Vexilla, que el pueblo llamaba las Cocas por el aspecto de los señores Canónigos, vestidos de capa magna con larguísima cola, y cubierto con el capuz, todo negro, en la majestuosa procesión que se hacía con la Bandera desde el pie de la iglesia hasta el altar mayor. Era en realidad imponente la sagrada figura del Obispo, de pie sobre la grada del altar, batiendo lentamente la bandera negra con cruz roja sobre todo el clero postrado sobre las alfombras del presbiterio.



                  La ceremonia de la imagen pertenece al ritual que se celebra en Quito, Ecuador.


Oficio de Tinieblas
El viernes santo a la hora del Oficio de  Tinieblas, celebrado en la Catedral, cierto pavor sagrado se apoderaba del ánimo, sobre todo en las mujeres y los niños. Como un trueno sordo se oía desde lejos el ruido de los golpes simultáneamente dados por el pueblo en los escaños, sobre las tarimas y en las puertas cerradas de la Catedral, cuando el tenebrario quedaba apagado y se ocultaba la última vela encendida tras el obscuro velo que cubría los nichos del antiguo altar mayor.

La Pascua Florida
La Pascua Florida se festejaba con regalos y convites particulares. No faltaba en las casas principales un manso cordero o algún pavo o lechón, listo para ser sacrificado el sábado santo, al rasgarse el velo del templo, entre los alegres repiques, las descargas de fusilería y la multitud de tiros sueltos de escopetas, pistolas y trabucos, que era costumbre disparar en tal ocasión.

Antiguas Procesiones de Semana Santa 
La ciudad de Mérida se ha caracterizado desde los tiempos coloniales por los muchos templos que la rodean. Era costumbre que las procesiones de Semana Santa salieran de los templos aledaños a la Catedral con dirección a ésta. El Domingo de Ramos salía de la Iglesia El Espejo; el Lunes Santo de Belén; el Martes Santo del templo de San Francisco (hoy Iglesia de Perpetuo Socorro o mejor conocida como La Tercera); Miércoles Santo del mismo templo de San Francisco; Jueves Santo de la iglesia del Llano; Viernes Santo: a las 11 a.m. salían de la iglesia del extinguido Convento de Clarisas (ubicado por la av. 3 Independencia con esquina de la calle 21 Lazo) el Santo Sepulcro y la Dolorosa. En la calle se le incorporaban las Tres Marías, que salían de la Capilla del Seminario (ubicada donde hoy se encuentra el Teatro César Rengifo en la calle 23 Vargas), y San Juan que salía al encuentro desde la Catedral, donde venían a recogerse todos los pasos, para salir de nuevo solemnemente en la tarde, precedidos de la Cruz y el Sudario. A las 9 p.m. se llevaba de la Catedral al Convento la imagen de la Dolorosa, vestida de negro; el silencio de la noche, la multitud de luminarias y el canto del Stabat mater ejecutado en ocasiones por individuos de la colonia italiana, era la Procesión de la Soledad.

Creencias populares 
En la Semana Santa en pueblos, campos y caseríos merideños, se respetaban ciertas creencias que viajaron de generación en generación dentro del seno familiar, hasta llegar a finales del siglo XX, cuando definitivamente se fueron diluyendo en la trama de los nuevos tiempos. Durante los Días Santos no se debía:
.-Gritar o correr (para no perturbar el recogimiento natural de esta celebración)
.-Escuchar música (a menos que fuese sacra)
.-Proferir groserías, ni maldecir (hacerlo era condenarse eternamente)
.-Comer carne de animal terrestre (porque la tierra es el cuerpo del Señor que está agonizando en la Cruz, y quien come carne profana y martiriza el propio cuerpo de Dios)
.-Barrer (había que limpiar la casa días antes)
.-Bañarse (se podían volver pescado o sirena en el caso de las damas)
.-Cocinar (se preparaban varios platos con anticipación)
.-Trabajar (eran días dedicados a la estricta observancia religiosa)
.-Hacer el amor (no se permitía la lujuria, se corría el riesgo de un castigo eterno: quedar “pegados” para siempre)


Textos tomados de: Tulio Febres Cordero. “Archivo de Historia y Variedades”. Obras completas. 2da ed. San Cristóbal: Banco Hipotecario de Occidente, 1991. Tomo III, pp. 143-146.
Rafael Cartay. La mesa de la meseta. 2da ed. Mérida, Editorial Venezolana, 2014. pp. 161-163.
Imagen tomada de: www.elmercurio.com.ec/427197-semana-santa-en-quito-arrastre-de-caudas-una-tradicion-unica.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Juan de Maldonado: carta al rey

Iniciamos esta sección con una carta de Juan de Maldonado, explorador y conquistador español, enviado a las tierras de la Sierras Nevadas por la Real Audiencia de Santa Fe, con la orden de apresar a Juan Rodríguez Suárez. Una vez cumplido su objetivo, traslada la ciudad que había fundado Rodríguez Suárez al sitio que hoy ocupa la ciudad de Mérida, por lo que es considerado por algunos autores como uno de los fundadores de Mérida. Esta carta de Juan de Maldonado es importante por ser uno de los primeros testimonios escritos que describen el paisaje de la Sierra Nevada, y revela su intención de trasladar la comarca más arriba donde el “lugar parece sano aunque podría ser más arriba hallarse mejor en la comarca de este asiento y ranchería ay tierra doblada de sierras y por el un lado parece ensanchar adelante hacia los llanos”; el paisaje merideño visto por uno de los fundadores y conquistadores de Mérida.

Fuente: www.clubandinovenezolano.blogspot.com

Muy alto y muy poderoso y serenísimo señor:

“Como por Vuestra Alteza me fué mandado, salí a esta su Provincia de Sierras Nevadas en busca de Juan Rodriguez Xuárez, vecino de Pamplona y los españoles que con él abían salido, juntamente con los servidores de Vuestra Alteza que quisieron venir a servir a Vuestra Alteza en este viaje y en la distancia que ay desde la ciudad de Pamplona hasta aquí aunque se hallé mucha tierra, no se vieron sino muy pocos naturales y creese fué la causa aber pasado poco antes el dicho Joan Rodríguez de que en algo quedarían amedrentados, tiénese por noticia y relación de dichos españoles que vinieron con Juan Rodríguez ay alguna cantidad de indios y poblazones en el dicho camino hasta llegar aquí, las cuales no quise ocuparme a ver por no me detener, antes pasé por algunas de ellas de camino y sin nos lo salir a estorbar ni impedir los dichos naturales en parte alguna, aunque por mí fué deseado para de parte de Vuestra Alteza los llamar y ofrecer la paz, júzgase que abrá desde la dicha ciudad de Pamplona a esta ranchería do yo hallé los españoles, treinta e cinco leguas de camino; está este asiento de ranchería a el pie de una sierra nevada encima de una sabana cabe un rió algo caudal que parece descender de las dichas Sierras, lleva las vertientes hacia la Laguna de Maracaibo; lugar parece sano aunque podría ser más arriba hallarse mejor en la comarca de este asiento y ranchería ay tierra doblada de sierras y por el un lado parece ensanchar adelante hacia los llanos; ay pocos naturales y poblazones que yo aya visto y ansí parece por el repartimiento o depósito que en vuestro real nombre se entremetió a hacer el dicho Joan Rodríguez, porque daba a los soldados a veinte o treinta bohíos de repartimiento aunque entre él y otros sus allegados y favoritos se abía tomado lo mejor y la mayor parte de lo que abía de esta tierra que serán tres o quatro entre quién lo repartió....”.

De esta su Provincia de Sierras Nevadas e de febrero 23 de 1559 años.


En: Carlos César Rodríguez. Testimonios merideños. Mérida: Ediciones Solar, 1996, pp. 33-35.