miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Navidad en la caricatura merideña del siglo XIX



Las primeras caricaturas merideñas fueron publicadas en los periódicos litografiados por José María Osorio entre1844 a 1851, apareciendo nuevamente en 1877 en el periódico La Avispa, con grabados hechos en madera por Picón Grillet y como dibujante Gabriel Parra Picón.
La Avispa. Periódico fundado e impreso por Juan de Dios Picón Grillet, en su primera etapa entre 1877-1889. Contenía artículos de interés general e incluía publicidad con los textos. Sus colaboradores eran: Pepe, Avispon, La Avispa, Mira Fijo, Caimán, Cinipso, Plinio, Remo, Tirso, Fígaro, Ijiji, Batiburrillo, Yo el Redactor, Zángano, uno que no es Poeta, un operario cesante, Pica Duro, More y Blanco, un Filis, Pancracio, Borrasca. El precio del periódico era de 1 cuartillo.


Almanaque El Cojito de la Imprenta de Juan de Dios Picón Grillet. Fue publicado entre 1877 a 1935 aproximadamente. Después de la muerte de Juan de Dios Picón en 1889, lo continuaron publicando sus hijos Francisco y Diego Picón Ruiz.

Fuente: Imágenes Colección Biblioteca Febres Cordero. Mérida-Venezuela.

“Paraura” del Niño Jesús

   Francisco Rivero Mendoza. Pequeña paradura. 1992, tomado de: www.elcolordelosandes.blogspot.com

El escritor Gonzalo Picón Febres recoge en su obra Libro Raro (1) un relato sobre la celebración de la paradura del Niño Jesús, narrado por el mayordomo de una hacienda de café merideña, a fines del siglo XIX. En el relato muestra como una curiosidad los barbarismos en la forma de hablar del castellano en Venezuela por las gentes de los campos, quienes oyen las palabras y se dan cuenta más o menos de lo que significan, pero las pronuncian luego de una manera completamente distorsionada.
La narración según el autor fue transcrita “con la mayor fidelidad, tomándola de los labios de Tomás Dugarte Ramírez palabra por palabra”.

Hablando yo una tarde con Tomás Dugarte Ramírez, mayordomo de una hacienda de café, me decía: Le asiguro a vusté que las parauras del Niño son una cosa muy solemia. Antes que na, un buen palao, bien ancho eso sí, que le jubile y  aliegre a uno el genio y le ponga la sangre lo que se llama en tono y en la guama; endespués la rezamentazón del rosario, que es rezado y cantado a sigún los posibles del amo y demás compinches de la paraura; antes de las letanías, el padrino baja al Niño del pesebre, se jinca con la madrina y se canta una catajarria de coplas muy requetepasaas de bonitas; a un poquito más, la proición y endespués la paraura, con esa quemazón de voladores tan regrande, que uno queda con la orejas aturdías; de entonces a lueguito, se rezan ya las letanías y se echan otros cantares y otros rezos; sigue el brinde, que es talmente y casimente como un aguacero de palos, y más endespués la jartazón. Cuando la gente jala pa su casa, pus no topa el camino de los ranchos; y al despertarse al otro día, pus tampoco percata cómo llegó a la troja, porque la mucha palazón le tupe las entendederas y le encalamorca el juicio.

(1). Gonzalo Picón Febres (1860-1918) Libro raro. Mérida, Biblioteca de Autores y Temas Merideños, 1964, pp.240-241.

Juegos tradicionales navideños venezolanos

Las apuestas de aguinaldos

Uno de los juegos tradicionales en Mérida, ya desaparecido, son los llamados “apuestas de aguinaldos”. Se comenzaba generalmente en el inicio de las misas de aguinaldos, hasta el día de nochebuena. Participaban tanto las personas adultas como los jóvenes y niños en pareja. La apuesta acordada entre ambos jugadores consistía en algún objeto, dinero o golosinas que debía dar el perdedor al ganador. Existían varias modalidades de juego entre ellas podemos citar:

Pajita en boca: consistía en mantener una pequeña hojita o ramita de una planta en la boca, y cada vez que el contrincante con el que se acordó la apuesta le exigía mostrar la pajita diciéndole, “pajita en boca”, éste debía hacerlo, de lo contrario perdía la apuesta.

Dar y no recibir: durante el tiempo de la apuesta la pareja de jugadores no debía recibir nada que le ofreciera su contendiente. Cada uno brindaba algún objeto o golosina de preferencia del oponente con la intensión de hacerlo perder la apuesta.

Estatua: el retador al ver al contrincante le decía “estatua” y éste debía quedarse inmovilizado en la posición en la que se encontraba y por el tiempo que determinara su retador.

El beso robado: consistía en dar un beso en la mejilla del oponente sin que éste tuviese oportunidad de evitarlo.

Hablar y no contestar: se trataba de permanecer callado y no contestar las preguntas realizadas por el otro jugador, bien directamente o en una conversación grupal. Tenía que haber viveza en el dialogo para que en un momento de descuido respondiera el oponente y perdiera la apuesta.

Bibliografía consultada:  Expresiones Merideñas. Belis Araque (compiladora) Mérida, Fundecem, 2010, pp. 118-119.
Presas Álvarez, María Isabel y Pedro M. Ortiz Vergara. Mérida Profunda I: festividades Navideñas. Mérida, Ediciones del Rectorado, 2008, pp. 42-43.