domingo, 8 de octubre de 2017

Mérida, ciudad de las flores.

Cuatro cosas hay en Mérida que causan admiración, las flores y las muchachas, el agua y el papelón.


La ciudad de Mérida, además de su nombre propio o geográfico, ha sido llamada por diferentes nombres en su devenir histórico de acuerdo a las características muy particulares que la han distinguido en diversas épocas. Así nos encontramos con una pluralidad de nombres, a saber: ciudad de los Caballeros, ciudad de la Sierra Nevada, ciudad de las Cien Lagunas, ciudad del Albarregas, ciudad de Los Naranjos y ciudad de Las Flores.1  También se le ha denominado la ciudad de las Nieves Eternas, la ciudad Turística y Estudiantil, la ciudad Universitaria, la ciudad más limpia de Venezuela, Mérida ciudad de altura, entre otras.
Antes de la transformación urbana de la ciudad de Mérida durante las décadas de 1940 a 1960, predominaban las casonas espaciosas con patios interiores plantados de bellos arbustos y preciosas flores, y en los campos se cultivaban sin esfuerzo y en gran cantidad las azucenas, calas y claveles.

Jardín en la hacienda La Isla de José Ignacio Lares.
Según relata don Tulio Febres Cordero

“En el patio de una sola casa, la del señor don Constantino Valeri, había en 1922 veintiocho clases de rosas distintas en plena florescencia; y en 1923 se le contaron a uno solo de los rosales que embellecían la Plaza Bolívar mil trescientas ochenta y seis flores. La ciudad se ha dado el lujo de levantar en el año de 1895, en la Plaza Bolívar una torre de tres cuerpos y veinticinco pies de altura, toda de flores naturales. Las campanas eran de frailejón amarillo color de bronce. También por aquellos años en que las flores no eran artículos de comercio sino de regalo, se construyó una capilla en la misma plaza, cuyas paredes y techo eran de flores naturales, con la capacidad suficiente para contener al Obispo, al Cabildo y demás clero oficiantes en la ceremonia del Corpus. Entre las flores que más abundan figuran las azucenas, los claveles y los pensamientos. En los lugares más fríos estos últimos bordan las orillas de las acequias como si fueran grama o maleza. Los patios y huertos de nuestras antiguas casas coloniales eran otros tantos jardines” 2

Como una curiosidad de la abundancia y variedad de flores cultivadas en Mérida, encontramos un escrito publicado en el periódico El Lápiz, No 44 del 2 de septiembre de 1887, titulado “Rasgos Eutrapélicos”, en el cual don Tulio hace un inventario de los nombres curiosos y raros de las flores contenidas en un florero o ramillete: “Once angelitos, 17 novios, 4 niñas bonitas, 3 viudas, 7 matrimonios, 6 duendes o brujas, 5 sultanas y 8 monigotes!.
Tres pares de polainas, 4 id de espuelas de galán, media docena de botones de oro, una id de plata, 15 perlas finas, 18 campanillas, 3 cruces de Malta y 17 lágrimas de Cristo!
Ocho centauros, 4 cigarrones, 6 mariposas, 3 pelícanos y 9 conejas.
Aquí viene lo más gordo! 2 bocas de dragón, 11 rabos de alacrán y 43 barbas de gato!
“¿Y esto son flores, lector? Quien tales despropósitos advierta por fuerza ha de exclamar:
                          
                            Qué mucho que nos asombre
                           Del mundo la falsedad,
                           Sí también entre las flores
                           Todo el año es carnaval ¡”

1.- Tulio Febres Cordero. Clave histórica de Mérida. Mérida. 2da edición. Universidad de Los Andes, Vicerrectorado Académico, 2005. P 138.
2.- “La ciudad de los siete nombres”. Obras completas. 2da edición. San Cristóbal. Banco hipotecario de Occidente, 1991. Tomo VIII. P 238 – 240.
Imágenes: Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero.

1 comentario:

  1. Excelente su aporte al conocimiento de los hechos históricos y anecdóticos de la ciudad de las nieves eternas

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